En un mundo donde pareciera que migrar es un crimen, y más si se trata de una “migración ilegal”, es importante poder dar voz a las personas que se ven forzadas a salir de sus países con la única esperanza de tener un futuro. No importa si este implica mucho trabajo o enfrentarse a condiciones muchas veces adversas, al final y al cabo es la ilusión de poder proveer para sus familias, de escapar de la pobreza y -en el peor de los casos- de la misma muerte, lo que les impulsa a dejar todo atrás, incluyendo sus arraigos más fuertes en una región con una fuerte ausencia del Estado para garantizar aun los derechos mínimos.