Cicíes: una promesa hecha para incumplirse

Cicíes: una promesa hecha para incumplirse

Cicíes: una promesa hecha para incumplirse

La muerte de la Cicíes estuvo anunciada desde su nacimiento. No se podía esperar que una comisión contra la impunidad, que por estatutos tenía que responder al Ejecutivo, rindiera frutos en un Gobierno que ha demostrado que quiere desenmascarar la corrupción de los demás, pero le incomoda que se le exija a él. Basta con leer el comunicado de la Secretaría General de la OEA sobre la terminación del convenio, en donde se señala la actitud recurrente de la adminstración Bukele de inducir a la Cicíes a investigar acciones de los políticos de oposición exclusivamente”.

Hace casi siete meses, en otra columna, urgía sobre la importancia de una Cicíes independiente y fuerte en el combate a la impunidad. A cambio, lo que obtuvimos fue su desmantelamiento. Por más que el presidente Bukele justifique que la decisión corresponde a la supuesta contratación del exalcalde Ernesto Muyshondt como asesor de la OEA, lo cierto es que Bukele no está dispuesto a que una comisión internacional descubra la corrupción que hay en su Gobierno. Ni ningún ciudadano de la República, para ser sinceros.

La cosa es simple: en el transcurso de 2020, la Cicíes encontró irregularidades en el uso de fondos del Estado que podrían constituir delitos. Tal como estaba mandatado, lo informó al Gobierno y este no quiso hacer nada. En un acto de rebeldía, la Comisión presentó por su cuenta tres avisos a la Fiscalía General de la República (FGR) en julio del año pasado (12 avisos en total hasta este año, según informó el Comisionado Ronalth Ochaeta en abril 2021). Esto demostró que la hasta entonces pasiva Cicíes no estaba dispuesta a ser instrumentalizada.

El comunicado del Secretario General de la OEA, aunque tardío por la calidad de las denuncias, deja en evidencia que los intentos por instrumentalizar la comisión no son teorías conspirativas contra el Gobierno, sino una realidad que va desde la negativa a publicar su informe sobre el uso de los fondos, pasando por la obstaculización en la investigación de las denuncias de corrupción, hasta las presiones para que se investigara exclusivamente a políticos de la oposición.

Sepultar la Cicíes, más allá de una evidencia de la falta de voluntad para combatir la corrupción y de una promesa incumplida, es un precedente grave por todo lo que está alrededor. Constituye una piedra más en el andamiaje autoritario y de concentración de poder que impulsa este Gobierno desde el 1M, en donde no caben entidades de control independientes.

Pretender instrumentalizar a la Cicíes convirtiéndola en “un esfuerzo retórico” –en palabras del Secretario General– es una defraudación del interés público. Los actos de obstrucción y entorpecimiento de la justicia constituyen el delito de encubrimiento (art. 308 CP), por el cual deberían ser investigados el presidente y todos los funcionarios involucrados.

Ahora el Gobierno -según comunicado de Cancillería- considera que al Secretario General de la OEA, le falta de ética y legitimidad, aunque durante todo el tiempo que duró la Cicíes lo consideraron socio confiable, indicativo de los cambios desfavorables en el entorno internacional para la gestión de Bukele con el nuevo gobierno estadounidense y las críticas unánimes de la comunidad internacional a lo que sucedió el 1 de mayo.

Es difícil saber a qué se refirió el presidente Bukele al decir que van a buscar otras opciones a la Cicíes. Las comisiones internacionales de este tipo hasta ahora ha sido desarrolladas con la OEA y ONU, caminos que, evidentemente, no seguirá este Gobierno. Una Comisión Regional Anticorrupción es algo que se ha explorado, pero poco creíble para países con malos precedentes y sin voluntad política para combatir la corrupción. Otras figuras más domésticas, como una comisión contra la corrupción –existente en países como Perú–, o el nombramiento de un comisionado en la materia son posibilidades, en la medida que se busque una figura que se pueda controlar y que aborde la corrupción de los demás, pero no la propia.

La lucha contra la corrupción nunca ha sido fácil en El Salvador, y debemos recordar que lo que se logró avanzar en los últimos años ha sido propiciado desde el periodismo de investigación, de iniciativas de sociedad civil y de la acción legal de quienes han sido afectados por la corrupción.  Al parecer, en el contexto actual dependerá de la población organizada nuevamente empujar el combate a este flagelo.

Publicado en:https://elfaro.net/es/202106/columnas/25536/Cicíes-una-promesa-hecha-para-incumplirse.htm?fbclid=IwAR3SoKN952CGsW1RX9QZDK2EQX_5g7bgu0GjVzhWbTnddr4JaBRIgGL_mRg

No, las organizaciones sociales no somos oposición

No, las organizaciones sociales no somos oposición

No, las organizaciones sociales no somos oposición

La llegada de los gobiernos democráticos en Centroamérica marcó el final de una era oscura, lo que permitió avanzar hacia los derechos políticos y civiles y en la protección de los derechos de grupos históricamente vulnerados y perseguidos. La perspectiva histórica de violaciones masivas de derechos humanos en el mundo, pero en especial en la historia reciente de El Salvador, nos recuerda que democracia y estado de derecho no son conceptos abstractos, sino que nacen para prevenir abusos de poder y proteger vidas.
Las organizaciones de derechos humanos queremos que todos lo gobiernos tengan éxito en mejorar la calidad de vida de la población. Nuestra misión no está regida por ideologías o afiliaciones políticas, sino por los estándares de derechos humanos establecidos en los tratados internacionales y reflejados en la Constitución de la República de El Salvador. Sobre estos estándares es que analizamos el contexto, la gestión pública y la institucionalidad y tomamos posiciones críticas ante los gobiernos de turno.
Por ejemplo, en la gestión del presidente Salvador Sánchez Cerén, Cristosal tuvo fuertes desacuerdos con el gobierno sobre el reconocimiento del desplazamiento interno forzado, así como por condiciones análogas a la tortura en los centros penales, y por la actuación de miembros de la PNC que ejercieron violencia compatible con un patrón de violencia estatal.
Las organizaciones de derechos humanos somos constructivas, apoyamos el fortalecimiento de capacidades, hacemos propuestas y colaboramos con instituciones nacionales garantes de los derechos humanos. Cristosal ha presentado y apoyado propuestas de ley en cuatro gestiones gubernamentales, entre estas la ley sobre desplazamiento, y la propuesta de sociedad civil de la ley de reconciliación nacional.
No nos asusta debatir ideas, pero nos preocupa cuando nuestras propuestas y posiciones son rechazadas, no por sus méritos o con argumentos fundamentados, sino en campañas de ataques que usan el poder y recursos públicos para deslegitimar y difamar a las organizaciones y las personas. Estas campañas generan un costo social, profesional y en la seguridad personal de quienes ejercen su derecho a participar en los grandes temas de nación.
Tal conducta antidemocrática fomenta odio y división, destruye los espacios cívicos y desvía la atención y recursos de los temas más importantes. Además, implica un costo muy superior al beneficio de corto plazo que puedan obtener quienes se dedican a esto. El Salvador llegará verdaderamente a la posguerra cuando las personas y sectores puedan mostrar sus desacuerdos sin ser calificados como enemigos de la nación.
Cristosal se dedica a acompañar a víctimas de violaciones de derechos humanos. Entre otras acciones, hemos dado asistencia a miles de personas desplazadas internas, acompañado a las organizaciones históricas de derechos humanos y a grupos de víctimas de las atrocidades del conflicto armado, y durante la pandemia dimos asistencia humanitaria a cientos de desplazados y personas retornadas y sus familiares en Guatemala, Honduras y El Salvador.
En Cristosal no nos incomoda que el público conozca nuestras fuentes de financiamiento; todo lo contrario, nos enorgullece nuestra base de apoyo. Contamos con la ayuda de personas que con pequeñas aportaciones demuestran su solidaridad con la lucha por los derechos humanos en las Américas, y también recibimos fondos de agencias de cooperación respetadas internacionalmente. Esta información es reportada mensualmente al gobierno de El Salvador y es de acceso público, transparente y auditado.
Creemos que el trabajo de las organizaciones sociales es fundamental para la democracia y que, en nuestro rol de denuncia, el objetivo es ser constructivos. Con la denuncia esperamos provocar una reflexión en la sociedad sobre lo que significa ser verdaderamente iguales en derechos y dignidad, y cuáles son nuestras responsabilidades colectivas hacia los que sufren.

Director Ejecutivo de Cristosal

14 de abril/ 2021

Publicado en: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/organizaciones-sin-fines-de-lucro/827518/2021/